Más de 25 años han pasado desde que una ecuatoriana se lanzó a lo desconocido, en busca de una alternativa para poder proporcionar una vida mejor para ella y su familia.
Es lo que nos cuenta Gina Mosquera Salazar desde una cafetería de Cuatro Caminos, en pleno corazón de Madrid. La nativa de Guayaquil- que desprende una energía enloquecedora- lleva un cuarto de siglo asentada en la capital española, trabajando sin cesar para poder apoyar a su familia, que aún sigue en Ecuador.
Lanzándose a lo desconocido
“Mi decisión fue venirme para acá porque por aquel entonces tenía una hija que yo quería que se preparase, y era la única solución. En mi país no tenía cómo irme a ningún lado,” cuenta Gina.
Primero intentó buscar esa solución en el país de los grandes sueños, Estados Unidos. Pero varios rechazos de visado le forzaron a buscar otra opción. Y encontró la vía española. “Llegué aquí y me dijeron bienvenida a España,” recuerda con entusiasmo. “Me abrieron las puertas en el trabajo, y eso se valora y se agradece.”
Y desde entonces lleva trabajando en la ayuda a domicilio en el Ayuntamiento de Madrid. Es una profesión dura que supone proporcionar una atención personal o doméstica a personas mayores o con discapacidad. Y el tratar con las personas mayores es algo que Gina ha tenido que aprender a hacer. Pero se puso manos a la obra.
“Al final, ellos me dan cariño, yo se lo devuelvo. Me dan confianza, se la devuelvo. Hago de todo: de psicóloga, de limpiadora, de cerrajera, de enfermera,” nos explica. “Pero a mí me encanta mi trabajo, y estoy muy bien.”
Esculpiendo el futuro de su familia
A pesar de los obstáculos, Gina sí que contaba con la profesión de enfermería auxiliar, tras estudiar enfermería profesional unos dos años. Tuvo que dejarla porque tras casarse y tener a su hija Zoraida, decidió dedicarse plenamente a ella.
La buena preparación que tuvo Gina era algo que la ecuatoriana también quería traspasar a su hija, aunque esta determinación parece ser un rasgo de familia. Y es que Zoraida va a por su tercer título: tras graduarse como ingeniera y obtener un máster en asesoramiento de imagen, ahora estudia derecho.
“Con lo poco que he ganado me he desempeñado para que mi hija tenga sus carreras y sea alguien”, nos dice con orgullo. “Doy gracias a este país que me abrió las puertas; mi hija es lo que es porque estoy aquí. Es la mejor del mundo”.
Enviando y soñando
Como Gina misma dice, su hija está muy preparada. Pero supuso un sacrificio por parte de esta madre guayaquileña, particularmente en lo económico.
“Bueno, yo envío dinero porque a veces mi hija se quedaba sin trabajo o porque necesitaba su transporte”, explica Gina, que mostró su preocupación por que su hija viajase sola, hasta tal punto que prefirió comprarle un coche para que pudiera movilizarse.
“Y también puedo decir que son 25 años continuos enviando dinero por Ria, y me siento satisfecha de haber hecho todos esos envíos, siempre han llegado bien”, añade.
Por mucho que intente satisfacer todas las necesidades de su familia, Gina aún tiene su propio sueño, que todavía está por cumplir. “Mi único sueño sería tener mi propia casa, porque no la tengo”, cuenta. Pero Gina huye de la idea de tener una casa de lujo; le basta con tener donde sentarse, dormir y comer. “¿Para qué quiero un lujo? Tengo que disfrutar de lo que tengo, y con eso me conformo”.
La búsqueda de ayudar y devolver
Para Gina, ayudar al prójimo es algo imprescindible, y forma parte de su esencia. “A mí me llena de orgullo que la gente cuenta conmigo porque sabe que soy un buen elemento”, explica, refiriéndose a su oficio. “A mí no me están viendo con el teléfono en la mano; llego, me cambio, me pongo mi mandil y a trabajar”.
Concretamente, Gina habla de haber ayudado a alguien directamente gracias a su trabajo. Cuenta que una de las personas que cuidaba tiraba la comida que le hacían, por el mero hecho de que se la traían hecha. “Le dije: no la tire, démela.”
Pero no era para Gina. Era para un señor que solía estar por las afueras de su casa. “Llevaba esa comida, la metía en el microondas y se la bajaba calentita,” relata. “Le decía: tome este poquito de comida, amigo”.
Por ello Gina se siente bendecida, porque ya que no puede dar dinero, al menos intenta dar algo que pueda ayudar a quien más lo necesite. “Y Dios te bendice no por lo que tú haces, no por lo que tú eres, sino por lo que tú das.”
Una cara reconocida
La ecuatoriana también ofrece unas sabias palabras de recomendación para todo aquel que esté pensando marcharse en busca de una vida mejor. “Un consejo que puedo dar a una persona que vaya a emigrar es que siempre trate de ser el mejor”, dice, citando la humildad y la honradez como claves de la base principal de una persona. “Si no eres humilde y no eres honrado, mejor que no te vayas.”
Por eso a Gina le reconocen tanto en la calle e incluso dice ser como la Coca-Cola: “Donde quiera, me conocen”. Al final, Ria también forma parte del día a día de Gina desde que aterrizó, y va más allá de las transferencias de dinero que ha hecho a lo largo de los años.
“Tengo amigas colombianas, peruanas, dominicanas, cubanas… Todas son muy buenas”, explica Gina. “Y la relación que tengo con Ria es a través de los que he conocido en la tienda. Pilar, Francis, Klever, Brada o Martina- todos los he conocido aquí.”
Gina continúa explicando cómo y porqué se formaron esas relaciones. “Cuando iba a hacer mis envíos me trataban con cariño, con amabilidad. Si eres amable con el cliente, el cliente vuelve. Y ellos me dieron esa confianza de volver,” dice. Tan profunda fue esa confianza que todos han acabado siendo amigos y a menudo se hacen compañía.
Añorando por Ecuador
Pero Gina no ha pisado Ecuador en los últimos cuatro años, aunque eso no quiere decir que no mantiene una conexión con su país natal.
“Lo que más extraño de mi país es la comida, ¡aunque yo la haga aquí,” admite con un aire de tristeza. “El encebollado, el arroz con menestra, la cazuela de pescado… hay muchos platos ricos.”
“Y claro, obvio que también extraño a mi madre, a mi hermano, a mis nietos. Les extraño”.
Pero la cura perfecta para toda esa nostalgia es una llamada de teléfono. “Yo hablo todos los días con mi gente, y a mi hija la llamo hasta tres veces. Y nunca se me enoja,” explica, destacando que su hija jamás le dice que llama demasiado o que no puede hablar por la razón que sea.
“Ella siempre está para su madre,” dice Gina. Y Gina siempre está para su hija.
¿Necesitas enviar dinero a Ecuador? Te ayudamos. Puedes usar nuestra web, app o visitar la sucursal de Ria más cercana.
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Sobre el autor
Shay Conaghan
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